
Stupity:
Cuando usted llegó a lo de Palacio, con su sombrero coronado de flores de durazno (¿o serían jazmines?) me dio la sensación de un bello junco a la espera de vendaval que lo abatiese inmisericorde. Usted me dirá señora, que desde entonces ha pasado diez años y, ¡ay!, muchos vendavales. No haga caso del almanaque, señora, que es una obra mezquina de los burócratas del Tiempo. Son otros equinoccios los que rigen para nosotros. Yo le voy a contar la verdadera historia, la auténtica y real.
De lo de Palacio fuimos a su casa, y hablamos de presidentes depuestos y de políticos, en la penumbra propicia de un crepúsculo de primavera. Comimos chez moi, usted leyó versos. Desde entonces, su adorable sonrisa de conejo ilumino mis felices noches de conspirador en desgracia.
Ud., señora, aprovecho para hacerme víctima de de sus artimañas e insolencias: puso en duda mi indiscutido talento, mis virtudes para el mando y mi condición de jefe; creó serias dificultades a mi acercamiento con el sector femenino del Partido; y en suma, intentó tratarme como a otros de sus peleles. Ahora culmina sus desafueros apareciendo en mi celda, a las horas más intempestivas para intranquilizar mi reposo y turbar mis pensamientos. (No crea que me quejo, señora: Ud. sabe que nunca me quejo).
Dicen que estoy por abandonar esta celda y me apresuro a escribirle. ¿Por qué? ¡Ah señora! No es que no sepa que de Ud. se puede decir la frase del poeta: Qu`est-ce qu`il y a de plus changeant qu`un matin d`avril, si ce n`est que le coeur de mon amant (confío en que mi francés sea menos traicioneto que Ud.). Pero eso no impide que yo tenga el deseo de verla caminar y moverse cerca de mí, mientras su cara conejal se anima y profiere impertinencias, y los lugares van quedando contaminados con su coquetería insoportable.
Ya ve señora, que humildes son mis anhelos. Venga a verme. La llamo apelando a los lazos indestructibles que unen a los conspiradores y a una relación de la cual lo menos que podrá decirse (en el peor de los casos) es aquella otra frase: questa é una piccola aventura, patética, milagrosa, e cuasi d`amore.
P.D.: Esta carta la escribí un día que me anunciaron mi libertad. La he dejado como estaba.
Otra vez Cooke.